La imagen-objeto, extraída del mundo real y con una presencia tangible, no se origina mediante una simple operación lógica de comparación; sino hay una irracionalidad en el proceso creativo. A pesar de contar con un referente real, la interpretación adquiere un matiz profundamente individual. Este enfoque artístico no se adentra en el ámbito onírico o del inconsciente, sino que se arraiga en el terreno del lenguaje racional. No obstante, a medida que se estratifica, adquiere una cualidad irracional.

Estas obras no se sumergen en un entorno abstracto, sino que se impregnan de imágenes reales y concretas. Esto implica un contacto directo con lo intuitivo, la ambigüedad, la estética y las emociones. Estos elementos se comportan como un cuerpo liberador, donde el color se hace parte, dando lugar a manchas en constante movimiento que se superponen. Estas manchas se incorporan de manera progresiva, a través de capas visuales que contribuyen a mantener un aspecto de realidad en la obra, o a desaparecer dejando ver sólo una parte de algo.

El fetiche del zapato se incorpora a la representación como un sujeto anónimo. Es una elección artística que evoca conexiones con la memoria. Estas percepciones de la realidad que emergen de la obra de arte no son simples observaciones; en cambio son experiencias personales y emociones profundamente arraigadas.